Es
la rama de la ciencia que estudia el movimiento humano. Se puede
percibir en el esquema corporal, el equilibrio, el espacio y el
tiempo. Etimológicamente "sensación o percepción del
movimiento".
Abarca
dos tipos de sensibilidad: la sensibilidad propiamente visceral
"interoceptiva" y la sensibilidad "propioceptiva"
o postural, cuyo asiento periférico está situado en las
articulaciones y los músculos (fuentes de sensaciones kinestésicas)
y cuya función consiste en regular el equilibrio y las sinergias
(las acciones voluntarias coordinadas) necesarias para llevar a cabo
cualquier desplazamiento del cuerpo.
Tiene
sus terminales nerviosas mayoritariamente en las articulaciones. Es
el sentido responsable de hacernos saber cómo y cuándo nos movemos.
Por ejemplo, cuando vamos a rascarnos la nariz, la propiocepción nos
informa de cómo mover el dedo hasta la ésta y no hacia la oreja. El
saber dónde tenemos la nariz y alcanzarla con el dedo no depende del
gusto, del oído, de la vista o del olfato, ni siquiera del tacto.
Depende de la propiocepción.
Cuando
hay movimiento, es este sentido el encargado de informar al cerebro
de las variaciones en el movimiento. Si una zona del cuerpo está
excesivamente bloqueada, la propiocepción no puede informar al
cerebro de una manera tan fehaciente puesto que hay menos movimiento
así que, cuantas más restricciones haya, peor será la información
que el cerebro reciba y por tanto menor precisión en los
movimientos.
Este
es uno de los grandes problemas con los que no encontramos a la hora
de la re-educación porque siempre nos movemos según los criterios
de sensación que hemos ido archivando en el cerebelo a lo largo de
nuestra vida. Por tanto si uno quiere estar "recto", se
colocará según lo que uno "siente" que es "recto".
El
problema está en que si se tiene el hábito, por ejemplo, de girar
ligeramente la cabeza hacia un lado, esta pequeña desviación es
registrada como "normal" y cuando esa persona quiera estar
"recta" girará su cabeza y se pondrá "torcida"
sintiéndose "recta".
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